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lunes, 1 de septiembre de 2014

¿ AULAS ESPECIALES,INTEGRACIóN , INCLUSIÓN O SIMPLEMENTE SENTIDO COMÚN? OPINIÓN DE UNA MAMA


¿Aulas especiales, integración, inclusión o sentido común? Esta es la gran pregunta. Para mi como madre de un precioso niño de tres años que tiene unas ganas bárbaras de aprender y disfrutar de la vida, la respuesta es muy sencilla. Todo niño tiene derecho a ser feliz, tener muchos amigos y recibir la mejor educación.

Siendo apenas un bebe, la neuróloga nos dijo; -Es muy importante que Valiente vaya al fisioterapeuta, al logopeda , pero no os olvidéis de lo más importante. Debe estar en contacto con niños de su edad, los peques aprenden imitando y copiándose los unos a  los otros, por muchas horas de terapias que reciba, ninguna será tan beneficiosa para él como una buena hora de juegos y actividades con niños de su edad.

Basándome en estas palabras, inicie mi búsqueda de la guardería y colegio perfecto para Valiente.
 Mi peque iba a ir a la guardería. Yo estaba feliz de dar un paso tan importante. Pero también estaba nerviosa de pensar como se adaptaría a este cambio y si el personal de la guardería estaría preparado para cuidar de Valiente.

Como madre me interesaba la opinión de otras madres que hubieran pasado por una situación similar. Algunas estaban felices con la educación que estaban recibiendo sus hijos, pero otras estaban frustradas.Sentían  que ellas no habían tomado la decisión final sobre el tipo de educación que sus hijos estaban recibiendo, simplemente habían aceptado como bueno lo que unos profesionales dictaminaron que eran mejor para sus peques. Y una vez pasado el tiempo se habían dado cuenta que sus peques no eran felices y no estaban desarrollando todo su potencial .Me contaron que muchas de ellas habían solicitado el cambio de un modelo a otro, pero todas se quejaban que los cambios eran difíciles y muy lentos.
Sus palabras me marcaron y más aun cuando conseguí ponerme en contacto con par de profesoras de apoyo que estaban trabajando en colegios de la zona y me dijeron con gran pesar ,que si bien es cierto que la mayoría de los niños con necesidades especiales deberían estar en el sistema de inclusión, en la realidad a la mayoría los redireccionaban a las aulas especiales con unas cuantas horas semanales de integración, simplemente por falta de dinero. Los centros no tenían suficientes profesores de apoyo para cada niño.

Cuando les escuche decir esto, me sentí fatal y lo peor estaba por llegar. Cuando acudí a la reunión para solicitar una plaza en una guardería publica y explicar que Valiente era un niño con necesidades especiales.  Me recomendaron que hiciera un esfuerzo y que no le llevase  a la guardería , que lo cuidase yo en casa y si acaso lo llevase de vez en cuando a alguna ludoteca.
Cuando les explique que la neuróloga nos había recomendado que Valiente debía estar con niños de su edad para poder mejorar, me comentaron que esto es lo que había, que estábamos en crisis y no había dinero. Lo máximo que me podían ofrecer era una plaza en un aula especial. Yo les volví a repetir que esto no era lo que ni marido ni yo como padres deseábamos y que además no era lo que la neuróloga nos había recomendado.
Insistimos tanto que después de ponernos mil pegas nos dijeron que quizás nos podían ofrecer una profesora de apoyo  una hora y media algún día a la semana. Ósea que Valiente no iría a la guardería todos los días sino alguna hora los días que ellos decidieran.

Pasé unos días horribles dándole vueltas sin parar , lo que en principio parecía una aventura ilusionante, de repente se había convertido en una pesadilla.¿Que decisión debíamos tomar?
Recordé lo que las mamas me habían comentado  y decidí que mi marido y yo éramos lo únicos que podíamos decidir el tipo de educación  que debía recibir nuestro hijo.
 Me senté en el sillón de mi salón y por un momento olvidé  todo lo que había pasado en los últimos dos años y recordé el día que estando embarazada de apenas tres meses lleve a mi marido a la puerta de la guardería de un colegio privado y le dije cuando nazca Valiente me gustaría que viniese aquí.

De repente se me iluminó la bombilla y¿ por qué no?.Sin pensarlo mucho más concerté una entrevista con el colegio y les comenté los  problemas  médicos y el retraso motor y de lenguaje de mi peque.Pero también les conté que Valiente era un niño muy avispado con muchas ganas de aprender,con una memoria visual extraordinaria, de muy buen carácter y muy simpático. Me escucharon atentamente  y después de valorarlo me dijeron que por ellos no había ningún problema, estarian encantados de que Valiente acudiera a sus aulas. Me informaron  que mi peque iría acompañado por un profesor de apoyo, al menos al principio hasta que su movilidad mejorara y que al ser privado yo debía cargar con el gasto del mismo.

Tuvimos que pensarlo con mucho cuidado, porque el precio era alto, pero después de meditarlo mucho, nos decidimos por esta opción.

Los gastos son muy altos y tenemos que hacer un gran esfuerzo económico para que Valiente pueda recibir la educación que nosotros deseamos.

Por ahora merece la pena, Valiente es un compañero más en su clase, todos sus pequeños compañeros le adoran y le cuidan con mucho cariño. Hace las actividades con sus amiguitos, pinta, juega con los instrumentos......

Al final de curso participo en el festival, con la ayuda de sus profesora de apoyo bailó junto a sus compañeros la música del rey león. Sonrió sin parar durante todo el baile. Y fui feliz viéndole disfrutar.

Por ello mi respuesta a la pregunta: ¿Aulas especiales, integración, inclusión o sentido común?

Siempre será la misma, la respuesta a esta pregunta solo puede ser aquello que haga feliz a nuestros hijos y eso solo se puede conseguir utilizando el sentido común, sin enconsertarlos, dejándolos desarrollar todo su potencial y no limitándolos nunca.



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